Marruecos.- Los bomberos españoles desplazados al sur de Marruecos comenzaron este domingo a buscar a gente atrapada en las aldeas del Atlas afectadas por el sísmo, como los trece miembros de Bomberos Unidos Sin Fronteras, que empezaron por una familia fallecida bajo los escombros en el pueblo montañoso de Mulay Ibrahim.
Llevan cuatro perros Otto, Piero, Limón y Bolo- expertos en encontrar gente viva bajo las casas y vienen desde Huelva, Madrid, Córdoba y Murcia, para encontrar «huecos de vida», como llaman ellos a esas cámaras de aire que quedan a veces entre las casas derrumbadas y que dan esperanza.
En Mulay Ibrahim, una aldea a 50 kilómetros del epicentro del terremoto que ha dejado ya más de 2,000 muertos, algunos edificios están totalmente colapsados y los vecinos buscan a una familia de cuatro personas debajo de uno de ellos.
Dos bomberos españoles recorren los escombros para reconocer el terreno y se topan con colegas marroquíes que les informan de la mala noticia: todos han muerto.
Pero Antonio Nogales, presidente de la ONG, no se desanima. «Puede haber huecos de vida, estoy seguro de que en estos días, en alguna parte, puede aparecer gente viva. Lo que no podemos es tirar la toalla», explica a EFE.
Nogales relata que son trece bomberos, con experiencia algunos en terremotos como el de Turquía, y que llevan una tonelada de herramientas para desescombro y salvamento en una gran furgoneta y un vehículo ambulancia. Sus perros también son experimentados: Bolo y Otto salvaron a una persona en Turquía y Piero estuvo en Chile
Nada más llegar este domingo a Marruecos Nogales apunta que se encontraron con «muchas dificultades en los desplazamientos, zonas muy diseminadas y mucha desinformación y falta de comunicación de dónde pueden estar las zonas más afectadas y puede ser más necesaria nuestra ayuda».
En Mulay Rachid, no fue necesario sacar a sus cuatro perros, así que los bomberos se encaminaron a otros pueblos para buscar suerte. ¿El problema? Las casas de adobe que tanto abundan en el Atlas, que cuando se derrumban, explican ellos, forman una montaña de piedras que no dejan aire entre ellas. Pero, insiste Antonio, siempre hay que tener esperanza.